25 de septiembre de 2022

A la antigua...

¿Te has enamorado alguna vez a la antigua?

En esta época de apps, de mensajes directos, de datos cruzando el mundo de punta a punta, de fuegos, de guiños, de memes... ¿te has enamorado alguna vez a la antigua?

Esa sensación... cruzar una mirada y sentir ese hormigueo que no tienes ni puta idea de qué significa. Pero que te hace sonreír... y en cuestión de segundos se vuelve adictivo, y necesitas volver a ver esos ojos. Ese movimiento bajo la mascarilla, que intuyes será una de las sonrisas más bonitas que hayas visto en tu vida y te hace poner cara de bobo. 

Todo empezó como empiezan las grandes historias, de forma inesperada. Surgiendo de la casualidad. Un seg antes o después, y no habría ocurrido. Pero lo hizo. Una urgencia, una necesidad, un viaje inesperado. "Historia de una ida y una vuelta" que diría Bilbo Bolsón, pero en este caso sin vuelta. Solo una ida, una hora de camino que en el momento parecían días y no quería que se acabaran. Pero cuando terminó, me parecieron los 5 min más cortos de mi vida.

Un espejo retrovisor me sirvió durante ese rato como mi ojo de buey particular. A falta de barco, un coche híbrido, pero podía ver reflejado el mar en sus ojos, que me hacían de caracola. No podía dejar de mirarla, ni de imaginar cómo sería su cara. Veía parte de sus tatuajes mientras charlábamos pero a veces me quedaba sin saber qué decir mientras la observaba, y se debió de dar cuenta. Y seguro que se reía por dentro. Pero por alguna extraña razón... había algo más. Parecía... mutuo. La sorpresa, la curiosidad. Iba y volvía, y yo no sabía si era real o no. Pero me fascinaba.

Me bebía sus palabras al igual que sus ojos, han pasado días y los tengo grabados a fuego. Pero el viaje terminaba, la conversación, su risa, sus ojos... no había más tiempo. Le dije que si algún día pasaba por Madrid que me avisara, me contestó que le encantaría. Silencio. De perdidos al río... le dije si quería apuntarse mi número, y por un momento se me paró el corazón (otra vez...). Para mí pasaron siglos, diciéndome a mí mismo que eso solo pasaba en las películas. Me contestó... "apúntate el mío, que ahora no voy a poder grabarte".

¿Sabéis de qué me arrepiento? De no haberle echado más huevos como ella me dice.  De no haber hecho lo que sentía. De haberme quedado con las putas ganas de darle dos besos o hasta un abrazo. De esas ganas que te queman durante días y deseas volver atrás en el tiempo y hacerlo diferente... o hacia adelante para volverla a ver.

Porque voy a volver a verla. Y eso no va a ser casualidad. Porque quizás la casualidad, la suerte, el destino o la simple probabilidad nos hizo cruzarnos. Pero no voy a dejar al azar el volver a tener esos ojos delante y quitarme las ganas de darle un abrazo que sume todos los días que la he soñado...

27 de mayo de 2022

En otra parte del multiverso...

Recuerdo aquel día. Había quedado con mi mejor amiga, pero me dijo que estaría acompañada. Un hormigueo recorrió mi espalda cuando me lo dijo... sabía quién era. Habíamos hablado alguna vez... me había masturbado con sus fotos muchas más.

Llevaba un vestido negro que marcaba cada centímetro... como si la envolviera. Dejaba al aire su cuello, ligeramente rojo porque se acababa de rascar. Según bajé la vista me tropecé con su pecho, un valle que invitaba a tirarse con los ojos cerrados. Una cintura que encajaba perfectamente en mis manos y una falda de vuelo que dejaba imaginar mucho... una piel blanca, botas altas...

Fueron dos besos muy alegres, con una sonrisa grande, de esas que te ponen el brillo del móvil a tope. Con esos labios que pedían un mordisco a gritos y que tenían pinta de saber morder. Y qué ojazos joder... de los que quieres ver de cerca, de rodillas, llorando y en blanco. Muy cercanos, muy cerca de la comisura de los labios. ¿Me había empalmado solo con esos dos besos? Sí... joder que sí.

Estuvimos tomando algo, riéndonos. Yo escuchaba sus anécdotas, ellas se conocían desde hace mucho. Muchas bromas, cosas de chicas. Más bromas, subía el tono de la conversación conforme caían las rondas de cerveza. Muchas insinuaciones, miradas. Y no sé en qué momento, hablando de experiencias, de sueños, de placer... me pareció buena idea enseñarle una foto de mis aventuras. Era como un... "Mira lo que podrías tener". No dudó un segundo en querer verla, y pude ver cómo se mordía el labio muy sutilmente... o quizás habían sido imaginaciones mías.

Dejé a mi amiga en la estación, y lleve a mi nueva acompañante a su casa. Más risas... más miradas. Cantamos canciones de Disney. Llevaba un vestido con una falda de vuelo, no lo olvidaré nunca. Y yo no hacía más que imaginar en mi cabeza como sería recorrer esa piel con la yema de mis dedos.

En un cambio de marcha, dejé mi mano en su rodilla. Algo suave, casi sin querer. Como si no me ardiera todo solo de rozarla. Apreté un poco, con un gesto más de cariño qje otra cosa y note como de arqueaba en el asiento. "Y si quizás..." pensé. Aprovechando el movimiento del coche la dejé caer un poco más. Note sin dudas que había abierto las piernas... me estaba indicando el camino. Seguí bajando, ahora decidido. Giré un poco la cabeza y alcance a ver cómo se mordía el labio mientras me miraba, desafiante. Suspiré, desde lo más profundo. Y rocé en encaje de su ropa interior... hacía calor. Mucho. Estaba húmedo... presioné con fuerza, como si quisiera meter mis dedos a través de la tela, rompiéndola... cada curva de su cuerpo acompañaba mis movimientos, como una serpiente que busca el calor...